La teoría sobre los estilos de autogobierno mental

Conozcamos (o recordemos) la excelente analogía que produjo Sternberg, de la mano de la Dra. Ángela Rojo Martínez, y de paso nuestras propias «tendencias» o «inclinaciones» mentales:
2.2. La teoría sobre los estilos de autogobierno mental
La necesaria insistencia en destacar los estilos intelectuales como «tendencias», «predisposiciones» o «propensiones» más que como capacidades, resulta una enriquecedora aportación al ámbito de estudio de la superdotación.
Estas matizaciones de forma, permiten ampliar el carácter habitualmente restrictivo con el que se tiende a asociar a este grupo de sujetos, como mejores en una o varias habilidades, pues cuando se habla de estilos, se parte de un reconocido concepto de diferencia, eliminando con ello posibles atribuciones cualitativas de valor. Sin embargo, resulta no por ello menos evidente el que ciertas tareas precisen de un determinado estilo de pensamiento, mientras que otras pueden requerir otro estilo más idóneo. Así pues, los estilos de pensamiento deben servirnos como ayudas facilitadoras en la comprensión de una mejor rentabilidad de los particulares tipos de sobredotación, desestimándose de esta manera el utilizar los estilos como instrumentos de identificación de sujetos superdotados.
Sternberg (1988a; 1988b) definió los estilos como aquellas formas o modos de pensamiento con los que un individuo se encuentra cómodo y entretenido. Éstos se desarrollan al igual que las capacidades en función del ambiente, reconociendo su carácter dinámico, fluido y prolongadamente cambiante, siempre en razón al período vital y de desarrollo de cada individuo.
Como ya indicamos en el apartado anterior, las teorías sobre estilos han sido muchas, apreciándose en estas elementos comunes, diferencias, así como limitaciones especialmente centradas en: 1) la falta de una precisión conceptual sobre lo propio y característico del «estilo», no delimitando este de otras variables contaminantes al mismo; 2) la carencia de investigaciones rigurosas y consistentes sobre el tema; y 3) la inexistencia del estudio y tratamiento -desde los citados modelos- de la superdotación. Estas carencias condujeron a la necesidad de nuevas alternativas, y es aquí desde donde se plantea la teoría de Sternberg, quien establece una analogía entre la naturaleza de los gobiernos con el funcionamiento intelectual de cada individuo, y utiliza la metáfora del «autogobierno mental».
Definiendo con esta la necesidad presente en las personas de ejercer un control global sobre sus tareas diarias -tanto las realizadas dentro, como fuera de la escuela-, y de ahí que se elijan formas de autogobierno flexibles, cómodas y adaptadas a las exigencias de «estilo» impuestas por una situación dada. Sternberg (1990) destaca que la utilización flexible que el autogobierno mental muestra, es sin duda la explicación a la diversidad de estilos de pensamiento.
Las mismas propiedades que caracterizan a los gobiernos, se atribuyen también a la mente, y de esta manera se concretan funciones, formas, niveles, ámbitos y tendencias de autogobierno mental.
2.2.1. Las funciones del autogobierno mental
De igual forma que los gobiernos realizan funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, y establecen sistemas de control y equilibrio entre ellas, lo mismo sucede con la mente humana. El autogobierno mental conlleva las tres funciones indicadas.
Queda definida la función «legislativa» en razón a la creación, la formulación, la imaginación y la planificación. Mientras que la función «ejecutiva» hace especial referencia a la puesta en práctica y a la acción misma. Y por último la función «judicial» entendida por su relación con el enjuiciamiento, la comparación y la evaluación.
Sin embargo, en cada individuo una de estas funciones resulta ser la dominante, determinando ello un tipo u otro de estilos, siempre en consonancia con una de las tres orientaciones planteadas. Y así nos encontramos con personas de estilos de pensamiento:
a) legislativo, cuyas preferencias se centran en actividades de libre creación, que les permita organizar y abordar de forma independiente un trabajo dado.
b) ejecutivo, son los considerados auténticos «hacedores», que manifiestan su especial gusto por tareas estructuradas, preferentemente grupales.
c) judicial, caracterizados por el análisis, el contraste y la evaluación de hechos, reglas y procedimientos; de ahí su destacado componente analítico.
2.2.2. Las formas del autogobierno mental
Continuando con la analogía entre las formas del gobierno de las naciones del mundo -tanto presentes, como pasadas- y las formas de «autogobierno mental», se pueden éstas de igual manera identificar como: monárquicas, jerárquicas, oligárquicas y anárquicas. Y el reconocimiento de la existencia de diferencias individuales en dichas formas de autogobierno mental, nos lleva a definir la esencia de cada una de ellas:
1) En la forma «monárquica» se prioriza una única necesidad u objetivo, lo que determina en personas con este estilo a centrarse en cometidos únicos, eliminando posibles elementos de carácter distractor.
2) La forma «jerárquica» admite diversos objetivos, con diferente grado de prioridad. En este estilo de pensamiento se explicita un gusto por la jerarquía, desde la multiplicidad de metas propuestas, junto a un adecuada sistematización en la resolución de tareas.
3) Mientras que la forma «oligárquica» se centra también en objetivos diversos, pero sin establecer orden de importancia en el abordaje de éstos; condicionando ello inevitablemente la completa terminación de sus producciones.
4) Y la forma «anárquica» precisa para un mejor funcionamiento de la ausencia de directrices, normas o procedimientos. Los individuos con este estilo disfrutan ante el reto de solución de problemas múltiples, no estructurados, que puedan exigir enfoques novedosos o «insights», entendido como instropecciones positivas que los distancian de lo preestablecido.
2.2.3. Los niveles de autogobierno mental
Los niveles de organización de los gobiernos, suelen distinguirse por un carácter más global o por el contrario más local. Y en estrecha correspondencia con ambos niveles, se puede extrapolar dicha división al ámbito del autogobierno mental.
De esta manera, se podría hablar de personas con un estilo de pensamiento «global», mientras que a otras les caracterizaría un estilo «local». El tipo «global» muestra preferencias por temas amplios y abstractos. Se siente cómodo ante trabajos que requieran conceptualización y profundización en el mundo de las ideas; asociándose este nivel con la imagen metafórica de ver el bosque, pero no siempre los árboles que lo componen.
Por el contrario, la persona con estilo de pensamiento «local» tiende a dirigirse hacía trabajos concretos, pequeños y detallados, que le permitan situarse de forma pragmática; desde este nivel de autogobierno mental, se utiliza como símil metafórico el de ver los árboles, pero no siempre el bosque que estos componen.
2.2.4. El ámbito del autogobierno mental
Prosiguiendo con la perspectiva gubernamental, y el tratamiento desde ésta de asuntos tanto internos o domésticos, como externos. Estos mismos ámbitos se aplican a los autogobiernos mentales, encontrándonos de esta forma con personas de estilo: a) interno y b) externo.
a) Las personas consideradas con un estilo más «interno» suelen ser introvertidas, reservadas, escasamente proclives a las relaciones interpersonales y a considerar puntos de vista de carácter social. Prefieren por tanto centrarse en las tareas y en el trabajo en solitario, como facilitador del desarrollo de sus propias ideas, aisladamente consideradas.
b) Las personas con estilo más «externo» tienden a ser extrovertidas, a orientar sus preferencias por las relaciones interpersonales, y a desarrollar mayor sensibilidad hacía los puntos de vista sociales. Manifiestan un especial gusto por el trabajo con los demás, de manera compartida y cooperativa.
2.2.5. Las tendencias del autogobierno mental
Y finalmente entre las propiedades asimilables a los gobiernos, y atribuibles igualmente al autogobierno mental tendríamos las tendencias, considerando como principales: la conservadora y la progresista. Lo predominante de las personas con estilo conservador, suele reflejarse en el gusto por la cumplimentación de normas y procedimientos establecidos, prefiriendo la familiaridad tanto en la vida, como en el trabajo (Sternberg, 1990). De ahí su tendencia a minimizar los cambios y a recurrir a anteriores estrategias de solución de problemas, ante propuestas nuevas planteadas.
En contraste con lo expuesto, las preferencias en las personas con estilo progresista, quedan centradas básicamente en el cambio y en la novedad, que pueden suponer las experiencias vitales y profesionales, e incluso sus gustos se encuentran más próximos al cierto riesgo que pueda conllevar la solución de situaciones problemáticas, mediante procedimientos diferentes a los habitualmente utilizados. Sin embargo, las tendencias pueden y suelen cambiar con el tiempo, dependiendo ello del grado de preferencia y especificidad de las tareas, así como de la mayor o menor seguridad que pueda conllevar la adaptación de las personas a un tipo u otro de entornos.
Pasaje extraído de la tesis:
LA IDENTIFICACIÓN DE ALUMNOS CON ALTAS HABILIDADES: ENFOQUES Y DIMENSIONES ACTUALES.
Rojo Martínez, Ángela
(Página 68 del PDF)
(Los destacados son míos)

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